(Conversación real en el hospital de Hellín)

Pero hoy habían dos chicas
jóvenes. Ya estaban allí cuando yo he llegado; al rato he deducido que era la
primera vez que iban al ginecólogo, solo una, la otra iba de comparsa.
—Mierda, se me ha olvidado coger
las llaves —ha dicho una.
—Que te abra él —ha dicho la
otra.
—Últimamente se me olvidan mucho
las cosas.
—Sí, el sábado se te olvidó que
tenías novio.
—Fue el alcohol.
—Sí, tía, el alcohol.
—Es que es muy soso.
—Ya.
—Es tan soso que no vale ni para
el cigarro.
—¿Y qué vas a hacer?
—Cómo que qué voy a hacer, pues
nada.
La que estaba a mi lado ha
cambiado de postura y la amnésica ha seguido hablando.
—Es que no sabe besar ¿sabes? Eso
de calentar no se le da muy bien.
—Claro.
—Luego tiene aguante y eso, pero
no sabe besar. Así como algunos te llenan de babas y una se queda… pero no sabe
besar.
—¿Y el del sábado?
—Ni me acuerdo, tía, lo tengo que
llamar. Oye, no te dará vergüenza…
—No, no, pero...
Entonces se ha abierto la puerta
de ginecología y han llamado a la amnésica. La otra también se ha levantado y la ha seguido, pero antes
de entrar y en voz alta le ha dicho.
—Eh, tía, cuando te metan eso, ¿te
cojo la mano?